martes 23 de abril de 2024 - Edición Nº3059
Dos Líneas » El País » 16 dic 2018

Construyendo el relato hacia el segundo mandato

G20, retorno del “populismo” y endurecimiento de la política de seguridad, encubren el debate de la economía real.


Por:
Alexis Dritsos

A tres años de la asunción del gobierno de Cambiemos  empieza la recta final que culmina con el test electoral de 2019.

La estrategia de cara a este desafío enfrenta una dificultad objetiva que es la mala performance de la gestión gubernamental, que choca de frente con las expectativas que habían generado entre sus votantes. Los pronósticos y promesas de campaña resultan contrastantes con la realidad objetiva que muestra que todas las variables que prometían corregir han empeorado.

La desorientación del gobierno se hizo muy evidente durante la corrida cambiaria que comenzó en mayo, mientras que en paralelo el escepticismo y el rechazo al gobierno alcanzaron el nivel más alto desde el comienzo de la gestión. Está claro que el marketing efectista y negador utilizado hasta ahora no alcanza para transitar el sendero hacia un segundo mandato.

El replanteo de la estrategia de Cambiemos arrancó con la utilización del éxito organizativo del G20 en nuestro país, procurando transformarlo en un éxito político trascendente. Se ha intentado generar la idea de que esta “nueva inserción” argentina entre las naciones poderosas generará una serie de oportunidades comerciales y de inversiones extranjeras que contribuirán a dejar atrás el estancamiento económico actual.

El segundo eje, ya utilizado hasta el cansancio, es volver a agitar los temores sobre el retorno del “populismo”. Con la complicidad de importantes medios y de poderosos empresarios, empiezan a alertar sobre las consecuencias teóricas del retorno populista en nuestro país. La campaña del miedo de Cambiemos seduce a un alto porcentaje de la población que, por considerarse anti K, le genera una base no menor al 25% de apoyo al oficialismo.

Finalmente, el tercer eje de campaña es la incorporación en la agenda política del tema de seguridad, apuntando a promover conceptos de mano dura que empieza a contar con un apoyo importante en gran parte del electorado.

Para que estos pilares de la estrategia funcionen es necesario que la economía opere dentro de parámetros estables. En ese sentido, el oficialismo espera lograr una moderación de la inflación en torno al 2%  mensual con un dólar calmo moviéndose entre las bandas. La cosecha y las exportaciones de gas, sumado a los desembolsos programados del FMI  proporcionarían los dólares suficientes para controlar el tipo de cambio, mientras que esperan una leve reactivación a partir del segundo trimestre. 

Las expectativas más realistas, de economistas de distintos sectores, indican que la recesión tiende a ser más intensa y que si no se toman medidas diferentes se corre el riesgo de que la precaria estabilidad cambiaria lograda vuelva a descontrolarse como ya sucedió durante este año. El esquema de “carry trade” sigue vigente, y el riesgo país por encima de los 700 puntos representa un serio problema a futuro para la renovación de las deudas a vencer a partir de 2020.

La política económica posible para un hipotético segundo mandato dentro del programa trazado por el Fondo, podría intentar justificar como  “necesarias” la privatización de  empresas públicas, el recorte de gastos vitales en educación, salud e infraestructura, la reducción continua de subsidios, la reducción de los gastos en jubilaciones y la liquidación gradual del FGS, entre otras medidas.

En este contexto es necesario un gesto de responsabilidad de la oposición para elaborar en conjunto un programa de coincidencias básicas que quite incertidumbre hacia el futuro y que le marque la cancha al oficialismo de un modo contundente.

Es prioritario consensuar un programa que contemple cual va a ser el rol del Estado, como se va a manejar el gasto público y cuál va a ser la política tributaria. Se necesita clarificar una política respecto del FMI y como se va a encarar la carga que representa la creciente deuda externa. Deben definirse las herramientas de política monetaria y el rol que tendrá el BCRA para defender la moneda, evitar la volatilidad cambiaria sin ahogar la actividad económica.

En definitiva, deben contemplarse las medidas necesarias para sacar a nuestro país de esta situación de estanflación en el marco de un creciente endeudamiento externo e interno.

Este gran acuerdo de políticas públicas no implica que se transforme automáticamente en un acuerdo electoral, pero evidentemente, en caso de un balotaje facilita el realineamiento de un posible frente opositor en esa instancia.

Hoy lo grave es que sabemos que, según UNICEF, el 48% de los niños argentinos son pobres, y que de persistir estas políticas el problema será aún más grave.

Es hora de hacer algo distinto si queremos cambiar la realidad.

* Alexis Dritsos- Economista Partido Socialista

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